sábado, 28 de mayo de 2016

Mensajes amables de fin de semana: lo que nos dicen las estatuas de la Plaza de la Señoría, de Florencia




Estimad@s Clientes y/o amantes del LEAN:


Nota previa. Hoy se juega la final de la Champions; no hay ningún dios griego protector del noble arte del fútbol porque por aquel entonces los ingleses aún andaban corriendo por los bosques de Sherwood
En el caso de que hubiesen existido, probablemente hoy protegerían al Atlético de Madrid, para que tuvieran al final satisfacción de levantar esa copa, después de decenas de años persiguiendola y , además, porque pelean desde el primer minuto hasta que se agotan, como si fuera su último día en la Tierra ( en la otra final se agotaron en el minuto 90 de las 2ª parte )
Soy moderadamente madridista, pero prefiero que gane el que mejor fútbol haga…porque para eso me enamoré del fútbol, para disfrutarlo
Dice Valdano que el fútbol es la cosa más importante que hay, de entre todas las cosas que no son importantes
En cualquier caso, suerte a todos, y que gane el mejor; para los perdedores…… ¡! siempre les quedará Florencia ¡!, la ciudad que más me fascina de Europa

Como continuación del mail anterior en el que hablaba de todo lo que implica Florencia en la creación de los pilares de la Europa moderna, voy a proponer una cosa gratificante: contemplar las estatuas que están majestuosamente expuestas en la Plaza de la Señoría después de conocer un poco de la historia que hay detrás….de esa forma no solo admiraremos la belleza artística propiamente dicha de cada estatua, sino que podremos sumergirnos en épocas que fueron rescatadas, para siempre y para toda la Humanidad, gracias a estos gigantes del Renacimiento que pululaban por aquella Florencia irrepetible


El David de Miguel Ángel ( réplica del original, guardado en la Galería de la Academia )



Hace mucho tiempo, cuenta la biblia que durante el reinado del rey Saúl, había un joven llamado David que era muy valiente. Aunque era muy pequeño a comparación de los soldados, él ayudaba en el campamento en la guerra que el pueblo de Israel tenía contra los Filisteos. Un día un gigante muy pero muy enorme llamado Goliat, salió al frente de batalla y dijo a los israelitas:
—A ver israelitas. ¿Hay alguno de ustedes que quiera enfrentarme? ¡Ja ja ja! ¡Ninguno de ustedes me puede vencer!
Entonces los israelitas tenían temor porque Goliat era muy grande y fuerte. Pero David le dijo al rey Saúl:
—Déjame pelear. Yo puedo vencerlo.
—Pero David, tú eres muy pequeño. ¿Cómo podrías ganarle tú a Goliat?
—Yo puedo vencerlo. Sé que Dios no dejará que Goliat me venza y yo tendré la victoria.
Entonces el rey Saúl que no le creía a David totalmente, por fin decidió dejar que David pelee con Goliat solo para ver qué podría hacer. David apenas tuvo el permiso del rey, se fue al río y consiguió unas piedras muy lisas. Luego se fue al campo de batalla.
— ¡Ja ja ja! ¿Este enano va a pelear contra mí? ¡Ja ja ja! En menos de 10 segundos lo venceré y lamentarán haber sacrificado la vida de este joven al ponerlo frente a mí.
—Yo te demostraré que puedo vencerte a pesar de mí tamaño. Dios está de mi lado y yo confío en él.
Goliat se reía, mientras que David puso en su honda una de las piedras que había recogido en el río para utilizarla como proyectil. David, seguro de sí mismo, empezó a darle vueltas a su honda agitándola circularmente. Goliat se seguía riendo pero en un momento sorpresivo David le lanzó la piedra directamente a la frente.
¡Goliat no pudo hacer nada!
Entonces en ese momento cuando los filisteos vieron la derrota de Goliat, todos se fueron corriendo y los israelitas ganaron la guerra.



Perseo y Medusa



Según cuenta, Perseo (hijo de Zeus y de la Mortal Dánae) fue uno de los grandes heroicos semidioses de la Mitología Griega. Cuando un Oráculo advirtió a Acrisio (Rey de Argos y padre de Dánae) que su nieto lo mataría, encerró a su hija en una torre de bronce para que ella no concibiera con nadie un hijo, sin embargo, Zeus deseaba a Dánae así que la visitó en forma de lluvia de Oro y así, quedó embarazada de Perseo. Cuando el Bebé nació, Acrisio estuvo estupefacto por el recién nacido, así que sin mucha demora, hizo que Dánae y el Bebé fueran encerrados en una enorme caja y los arrojó al mar para que perezcan. Zeus por otro parte, los protegió y llevó a la Isla de Sérifos donde Dánae y Perseo fueron acogidos por el Rey Dictis (Hermano del Rey Polidectes de Sérifos). Perseo creció junto a su madre y el Rey, pero Polidectes (un rey malvado) se enamoró de Dánae y planeó deshacerse de Perseo ya que cuidaba celosamente a su Madre. Como motivo para evadirlo, amenazó a su Madre que sería sacrificada si no le traía la Cabeza de Medusa. Algo imposible para cualquiera dada a la horripilante apariencia de la Gorgona y a su maldición que al primero que la vea, se convertía en Piedra. Perseo valientemente empezó su viaje hacia la morada de las Gorgonas. Cuando los Dioses se enteraron de decisión y valentía, decidieron ayudarlo: Atenea le dio su escudo para que pueda evadir directamente la mirada de Medusa; Hades le dio un Casco para que pueda ser invisible en el momento adecuado; Hermes le dio unas sandalias con alas para poder volar y moverse ágilmente; Las Ninfas le dio un Saco especial para poder llevar la Cabeza de Medusa; y Hefesto le dio una poderosa espada. Atenea le advirtió que evite mirar directamente a Medusa, ya que al solo verla, perecería. Usa el reflejo del escudo le dijo para poder así verla, y por último, que busque a las Tres Gorgonas Brujas muy al Norte de África para que te revelen la ubicación de Medusa. Cuando Perseo llegó, les robó su ojo a las Brujas y les obligó decirles el camino para llegar a Medusa. Ellas aceptaron pero el ojo fue arrojado al agua para que no pudiesen advertir a nadie de sus intenciones. Preparándose ahora de los regalos de los dioses, Perseo emprendió vuelo hasta el hogar de las otras Gorgonas junto al Océano. Cuando llegó, sigilosamente pudo observar que las otras Tres Hermanas de Medusa estaban durmiendo. Cuidadosamente Perseo pasó delante de ellas y sin perder de vista a Medusa, usó su escudo como espejo para no tener que mirarla directamente. Cuando ya tuvo la oportunidad adecuada, con un movimiento rápido de su espada, cortó la cabeza llena de serpientes de Medusa, la puso en el saco y se encaminó rápidamente hacia su hogar. Se dice que de la sangre derramada por Medusa, nacieron el monstruo Crisaor y el caballo alado Pegaso. En medio de su viaje, Perseo se encontró con el titán Atlas, a quien se presentó como hijo de Zeus. Perseo no fue bien recibido por él ya que un oráculo le dijo a Atlas que un hijo de Zeus le robaría las manzanas del jardín de las Hespérides. Así que Atlas adoptó una postura amenazante pero Perseo rápidamente en su defensa le mostró la cabeza de Medusa y lo convirtió en piedra. Así, Atlas se convirtió en la cadena montañosa que conocemos con ese nombre. Tras devuelta a su camino, Perseo vio a una bella doncella llamada Andrómeda encadenada a una roca que había en la playa. Ella esperaba su muerte a manos de un terrible Monstruo marino ya que su madre Casiopea, había ofendido a los dioses y de esa manera, lograría perdón. Conmovido por su situación y belleza, Perseo la liberó y convirtió al Monstruo en Piedra con ayuda de la cabeza de Medusa. Cuando Perseo regresó a su Hogar junto con Andromeda, su Madre no estaba. Había huido ya que las insinuaciones del Rey Polidectes eran muy tormentosas y estaba refugiada en el templo de Atenea. Una vez más, Perseo usó la cabeza de Medusa y la sostuvo en el aire para convertir a todos los enemigos de su Madre en piedra. Una vez libres de todos ellos y del tirano Rey, Perseo entregó la cabeza a Atenea y ella, la montó en su escudo convirtiéndola en su Emblema. Se dice que Perseo también devolvió los regalos de los dioses. Perseo y Andrómeda vivieron en paz y armonía por mucho tiempo y tuvieron muchos hijos. Su único pesar fue que cierto día, mientras tomaban parte en unos juegos atléticos, lanzó un disco que fue muy lejos impulsado por una ráfaga de viento, y accidentalmente golpeó y mató a un Anciano. Este anciano era Acrisio, el abuelo de Perseo, padre de Dánae. Al final, si se cumplió lo que el oráculo había predicho y que el difunto Rey se había esforzado por evitar. Perseo no tenia ningún rencor o deseo de venganza y, debido a esta muerte accidental, no quiso seguir gobernando su legítimo Reino. Como consecuencia, intercambió los reinos con su vecino el rey Argos, y construyó una ciudad poderosa llamada "Micenas", en la que vivió largo tiempo con su familia en amor y honor.

Fuente original: 


El rapto de las sabinas



Para poblar la ciudad recién creada, Rómulo aceptó todo tipo de prófugos, refugiados y desarraigados de las ciudades vecinas, de procedencia latina. La colonia estaba formada íntegramente por varones, pero para construir una ciudad se necesitaban también mujeres. Pusieron entonces sus ojos en las hijas de los sabinos, que habitaban la vecina colina del Quirinal.
Para hacerse con ellas, los latinos organizaron una gran fiesta, con carreras de carros y banquetes, y cuando los sabinos se encontraban vencidos por los vapores del vino, raptaron a sus mujeres. Al regresar a sus casas y descubrir el engaño, los sabinos declararon de inmediato la guerra a los latinos.
La traición de Tarpeya
Antes de partir al campo de batalla, Rómulo encomendó la custodia de la ciudad a la joven Tarpeya, pero ésta, enamorada en secreto del rey de los sabinos, o anhelando una recompensa, prometió al monarca enemigo que le mostraría una vía oculta que conducía al Capitolio (donde estaba la fortaleza latina), a cambio de lo que él llevaba en el brazo izquierdo, en alusión a un brazalete de oro del rey. En efecto, los sabinos alcanzaron la ciudad gracias a las indicaciones de Tarpeya, pero en vez de entregarle su pulsera, el rey sabino ordenó a sus hombres que aplastaran a la traidora con sus escudos, que llevaban, precisamente, en el brazo izquierdo.
Otra versión de la leyenda cuenta que los romanos descubrieron su traición, y que la arrojaron al vacío por un precipicio, que pasó a llamarse la roca Tarpeya, inaugurando así la costumbre de castigar a los traidores a la patria lanzándolos desde ese punto.
Intervención de las sabinas
La ayuda de Tarpeya no evitó que sabinos y latinos se enfrentaran en el campo de batalla. En un momento del combate, en una célebre escena, múltiples veces representada en el arte, las sabinas se interpusieron entre los contendientes, abrazándose al cuello de sus maridos y familiares, para suplicarles que detuvieran la pelea. Pues si vencían los sabinos, ellas perderían a sus maridos, y si vencían los latinos tendrían que llorar la muerte de padres y hermanos. De modo que los contrincantes depusieron las armas y firmaron la paz.
Con esta leyenda ilustraban los romanos que su ciudad había nacido de la unión de dos pueblos: latinos y sabinos, a los que pronto se sumó un tercer elemento: losetruscos, un pueblo muy avanzado, que poblaba la actual Toscana y que poseía importantes intereses comerciales en la región del Lacio.


Fuente de Neptuno


Neptuno, dios del mar, hijo del titán Cronos y la titánide Rea, y hermano de Júpiter y Hades. Neptuno era marido de Anfitrite, una de las nereidas, con quien tuvo un hijo, Tritón. Neptuno, sin embargo, tuvo otros numerosos amores, especialmente con ninfas de los manantiales y las fuentes, y fue padre de varios hijos famosos por su salvajismo y crueldad, entre ellos el gigante Orión y el cíclope Polifemo. Neptuno y la gorgona Medusa fueron los padres de Pegaso, el famoso caballo alado.
Neptuno desempeña un papel importante en numerosos mitos y leyendas romanas. Disputó sin éxito con Atenea, diosa de la sabiduría, por el control de Atenas. Cuando Apolo, dios del sol, y él decidieron ayudar a Laomedonte, rey de Troya, a construir la muralla de la ciudad, éste se negó a pagarles el salario convenido. La venganza de Poseidón contra Troya no tuvo límites. Envió un terrible monstruo marino a que devastara la tierra y, durante la guerra de Troya, se puso de lado de los griegos.
 El arte representa a Neptuno como una figura barbada y majestuosa que sostiene un tridente y a menudo aparece acompañado por un delfín, o bien montado en un carro tirado por briosos seres marinos. Cada dos años, los Juegos Ístmicos, en los que había carreras de caballos y de carros, se celebraban en su honor en Corinto.


Hércules y el centauro Neso



En la mitología griega Deyanira (en griego antiguo Δηϊάνειρα o Δῃάνειρα, literalmente ‘que vence a los héroes’) era la tercera esposa de Heracles, conocida principalmente por su papel en la historia de la túnica de Neso.
Deyanira era la hija de Altea y Oineo (rey de Calidón), Dioniso o Dexámeno. Cuando su hermano Meleagro murió, todas sus hermanas lamentaron su muerte en su tumba. Artemisa, enfadada, las tocó con su vara convirtiéndolas en pájaros, con la excepción de Deyanira y Gorge, que pudieron retener su forma humana gracias a la intervención de Dioniso.
Su padre la prometió en matrimonio al temible dios-río Aqueloo. Sin embargo Deyanira no era una princesa pasiva, pues «conducía un carro y practicaba el arte de la guerra», como señala Apolodoro, y no quería tener nada que ver con su pretendiente, quien podía tomar la forma de una serpiente o un toro. Heracles, el mayor héroe del antiguo mundo olímpico, luchó con Aqueloo por la mano de Deyanira y derrotó al dios-río. Posteriormente ella y Heracles tendrían una hija llamada Macaria.
La historial principal de Deyanira es la de la túnica de Neso. Un centauro salvaje llamado Neso intentó violar a Deyanira mientras la ayudaba a cruzar el río Euneo. Heracles vio lo que ocurría desde el otro lado de un río y le disparó una flecha envenenada al pecho. Agonizando, Neso mintió a Deyanira contándole que la sangre de su corazón aseguraría que Heracles le amase para siempre. Deyanira creyó sus palabras y guardó un poco de dicho veneno. Cuando su confianza en Heracles empezó a menguar, untó su famosa túnica de cuero con la sangre. Licas, el siervo de Heracles, le llevó su túnica y cuando se la puso, Heracles murió lenta y dolorosamente cuando ésta quemó (con llamas reales o por el calor del veneno) su piel. Desesperada al ver lo que había hecho, Deyanira se suicidó ahorcándose.


Menelao y Patroclo



Patroclo
Patroclo aparece como compañero de armas (θεράπων) de Aquiles. La Ilíada duda en cuanto a su cometido exacto: el canto XVII muestra a los caballos del Pelida llorando la muerte de «el que los guiaba». Automedonte, el auriga de Aquiles, describe a Patroclo como el más dotado manejando los caballos.2 En el Canto XIX de la Ilíada, Aquiles pide a sus caballos que traigan de vuelta «a quien los conduce», refiriéndose a sí mismo, a pesar de que el auriga Automedonte ha subido al carro antes que él.3 En la Odisea, el alma de Agamenón dice a la de Aquiles que el cuerpo de éste, recién muerto, yacía «olvidado del arte de guiar los carros».4 Otros indicios permiten suponer que Patroclo acudía al combate en un carro separado y que se batía luego junto a Aquiles. Además, sirve de mensajero a Aquiles, que lo envía a Néstor, en el Canto XI, en busca de noticias sobre la identidad del herido que ha sido llevado al campamento aqueo. Asimismo, en el canto II, Patroclo acude por orden de Aquiles a buscar a Briseida para entregársela a Ulises. Cuando Néstor acude acompañado por Fénix a implorar a Aquiles que vuelva al combate, es Patroclo quien prepara el vino y los alimentos para los invitados.
Cuando, encolerizado, Aquiles se encierra en su tienda tras haber discutido con Agamenón, Patroclo cesa igualmente de combatir. En el canto XVI (llamado también Patroclea, Πατρόκλεια), mientras los troyanos recuperan terreno a los griegos y amenazan con quemar sus naves, Aquiles autoriza a Patroclo a ponerse su armadura y lanzarse al combate a la cabeza de sus Mirmidones. Durante su aristia, Patroclo mata a algunos troyanos, entre ellos a Sarpedón, hijo de Zeus, antes de toparse con Héctor, que es ayudado por Apolo. El dios, envuelto en una nube, lo golpea en la espalda; acto seguido, Euforbo, hijo de Panto, lo hiere de nuevo en el mismo lugar y huye enseguida a la carrera. Por último, Héctor da muerte a Patroclo y lo despoja de sus armas. Menelao y Áyax el Grande protegen su cuerpo y se lo entregan a Aquiles, quien decide entonces retomar las armas para vengarlo.
Tetis, madre de Aquiles, da de beber a Patroclo néctar y ambrosía para evitar que su cadáver se corrompa y, al mismo tiempo, Aquiles se enfrenta a Héctor y lo vence. El Pelida ofrece luego a los griegos un festín en honor de Patroclo, al final del cual se le aparece el muerto y le suplica que queme su cadáver lo antes posible. A la mañana siguiente, Aquiles ordena construir una pira funeraria para Patroclo, se corta un mechón de la cabellera y sacrifica bueyes, corderos, perros y caballos, así como a doce jóvenes nobles de Troya.

Menelao
Héroe legendario griego, hijo de Atreo, rey de Micenas, y hermano de Agamenón. Se casó con Helena, hija de Tín-daro, rey de Esparta, de la que tuvo a Hermione y a Nicós-trato. Más adelante, Paris llegó a Esparta durante una ausencia de Menelao, y habiéndose hecho amar de Helena, la robó y causó con esta afrenta la guerra de Troya. Menelao, al verse ultrajado, esparció la noticia a todos los príncipes de Grecia, quienes habían empeñado su juramento en socorrer al esposo de Helena, si alguien la robaba. Los griegos se armaron y se reunieron en la Áulída. Dispuestos ya a partir se vieron retenidos por un oráculo que exigía que Ingenia fuese inmolada para el buen éxito de la empresa de los griegos. Menelao expuso sus razones a Agamenón y éste al fin consintió en el sacrificio de su hija, y envió una nota a Clitemnestra para que su hija fuese conducida al campamento, pero pronto se sintió conmovido y envió una contraorden, mas sabedor Menelao de esta última nota, detuvo al mensajero y reconvino duramente a su hermano por sus vacilaciones, pero también él, cuando vio llegar a la princesa y llorar a su padre, se conmovió y se opuso a que Ingenia fuese sacrificada por su interés. Cuando los ejércitos griegos se enfrentaron a los troyanos, Paris y Menelao propusieron un singular combate y poner en sus espadas la decisión de la guerra. Si Paris mataba a Menelao, suyas serían todas sus riquezas y Helena, y los griegos regresarían a su patria; pero si Menelao matase a Paris, los troyanos devolverían a Helena con todas sus riquezas y pagarían a los griegos y a sus descendientes, para siempre, un tributo. Concertado esto, entraron en liza y Menelao venció a Paris al que no llegó a matar porque Afrodita, al ver a su favorito a punto de sucumbir, lo retiró de los golpes de su enemigo y lo llevó a la ciudad. Para todos los griegos, Paris, pues, había huido. Menelao, entonces, pidió el premio como vencedor, pero los troyanos rehusaron cumplir lo pactado e incluso uno arrojó una flecha que hirió levemente a Menelao. Esta perfidia abrió la puerta a las hostilidades.
Después de tomada Troya, los griegos pusieron a Helena en manos de Menelao, el cual determinó llevarla a Grecia para inmolarla allí. Helena pidió justificarse, pretendiendo que Menelao debía dirigirse a Afrodita y no a ella. Luego echó en cara a Menelao el haberse ausentado después de haber recibido a Paris en su palacio, y finalmente hizo valer como prueba de su amor el sacrificio que le hizo de su anterior esposo, Deífobo, que fue entregado a Menelao. Esto último impresionó mucho a Menelao que perdonó la infidelidad de Helena y regresó con ella a Esparta.
Menelao llegó a Esparta ocho años después de haber salido de Troya, porque los dioses lo arrojaron a las costas de Egipto, donde quedó mucho tiempo retenido, por no haberles ofrecido las hecatombes debidas, que consistían en el sacrificio de cien bueyes u otras víctimas, y seguramente hubiera perecido de no socorrerle Eidoteo y Proteo. Allí fue donde Menelao encontró a su pérfida esposa y sus tesoros. Después, mostrándose ingrato con los egipcios, pagó con un horroroso acto los beneficios que había recibido de ellos, pues queriendo regresar a Grecia, y al ver que los vientos le eran desfavorables, tomó dos recién nacidos, los mandó matar y los abrió en canal para leer en sus entrañas los presagios de su viaje. Esto lo hizo odioso en todo Egipto y se embarcó para Libia.
Se atribuyen a Menelao muchas otras atrocidades y maldades.

Aunque este escrito está dedicado a las estatuas de la Plaza de la señoría, no me resisto a hablar de otra maravilla que está en la Galería de los Uffizi, que se encuentra en unos de los lados de la propia Plaza de la Señoría

El nacimiento de Venus ( Afrodita para los griegos )


Afrodita es la diosa del amor y la belleza, y se identifica en Roma con la antigua divinidad itálica Venus. Según una tradición es hija de Urano y según otra de Zeus y Dione.
En el caso de la primera historia, el nacimiento ocurre en el momento que Cronos (dios del tiempo) corta los genitales de su padre Urano y los lanza al mar, de donde surge Afrodita. De ahí que se le conozca como “la diosa nacida de las olas” o “nacida del semen de dios”.
Una vez que salió del mar, Afrodita fue llevada por los vientos Céfiros, primero a Citera y luego a Chipre, donde las Horas la vistieron y la guiaron a la morada de los Inmortales.
Posteriormente, Platón imaginó que había una Afrodita Urania, la diosa del amor puro e hija de Urano; y Afrodita Pandemo, hija de Dione y diosa del amor vulgar. Sin embargo esta es una concepción filósofica tardía.
Afrodita es partícipe de un sinnúmero de leyendas. Primero, se casó con Efesto (el divino cojo y dios del Fuego), pero estaba enamorada de Ares (dios de la Guerra).
Cuenta Homero (escritor de La Odisea y La Iliada) que mientras los enamorados se entregaban a la pasión en una madrugada, en el lecho de Afrodita, Efesto celoso les había puesto una trampa, pues el Sol le había contado que su amada le estaba siendo infiel.
Cuando los amantes se dieron cuenta ya estaban atrapados en una red mágica que tenía el esposo de la bella diosa, y éste fue a llamar a todos los dioses para que fueran testigos del engaño. Todos se burlaron del asunto, pero Poseidón (dios del Mar) pidió clemencia y por eso Afrodita y Ares fueron liberados.
La diosa avergonzada huyó a Chipre, mientras que Ares se fue a Tracia. Sin embargo, sus amores tuvieron fruto y de tal unión nacieron Eros (dios del amor) y Anteros, Deimo y Fobos (el Terror y el Temor) y Harmonía. A veces también se agrega a Príapo.
Además de Ares, Afrodita estuvo involucrada amorosomente con Adonis y Anquises con quien tuvo a Eneas (héroe troyano y personaje de La Eneida de Virgilio) y a Lirno.
Pero, la diosa fue especialmente conocida por sus maldiciones e iras, pues cuando alguien caía en la desgracia de ofender a la diosa, se condenaba a tormentos terribles. Por ejemplo, castigó a la Aurora con un amor irrefrenable por Orión, ya que había cedido a las seducciones de Ares. También castigó a todas las mujeres de Lemnos, ya que éstas no la honraban, y las impregnó con un olor insoportable que provocó que sus hombres las abandonaran. De igual manera castigó a las hijas de Cíniras y las obligó a prostituirse con extranjeros.
Por otra parte, caer en su gracia era igual o más peligroso. Cuando la Discordia lanzó una manzana a la más hermosa de las diosas, e hizo que compitieran Afrodita, Palas Atenea y Hera, y Zeus decidió que fuera Alejandro (Paris, héroe troyano) el que definiera quién era la más hermosa, cada una le ofreció un regalo a cambio de que la escogiera. Palas Atenea le ofreció hacerlo invencible en la guerra, Hera le prometió el reino del universo, y Afrodita la mano de Helena (hija de Zeus y hermana de los Dioscuros), quien era la mujer más hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita y fue por esta promesa que se inició la famosa Guerra de Troya.
Afrodita agradecida con Paris, lo protegió durante toda la campaña así como a los demás aqueos, incluyendo a su hijo Eneas, a quien logró salvar de la muerte.
Aunque Troya iba a perder la guerra definitivamente, Afrodita logró rescatar la raza de los aqueos con su hijo Eneas, quien luego viajara a una tierra desconocida donde sus descendientes Rómulo y Remo fundarían Roma.
Así es como para lo romanos Afrodita, Venus para ellos, fuera su protectora particular y por eso César le levantó un templo bajo la invocación de Venus Madre.
Los animales favoritos de esta diosa eran las palomas, y estas aves arrastraban su carro. Sus plantas eran la rosa y el mirto.


Podéis encontrar más información sobre Florencia en los siguientes enlaces:


Otros escritos que he dedicado, desde de mi blog,  a la mitología grecro-romana:

Mensajes amables de fin de semana: Mitología Griega en El Prado

Mensajes amables de fin de semana: el mes de Tauro

Mensajes ambles de fin de semana: la Venus de Botticelli, Lady Gaga y las chicas Bond, en el Victoria&Albert de Londres

Mensajes amables de fin de semana: inmortal Miguel Angel

Mensajes amables de fin de semana: visitar Florencia, aparte de un enorme placer, nos permite recordar dónde y por qué nació la Europa moderna




Que disfrutéis cada hora del fin de semana
Un cordial saludo
Alvaro Ballesteros



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